Una bomba estalló en las oficinas del FC Barcelona esta semana: Marc-André ter Stegen, el portero titular e ícono del club, se ha negado a entregar su historial médico completo tras la operación de espalda que se realizó hace unos meses. Esta decisión inesperada ha puesto en jaque el plan financiero y contractual del club, justo cuando se intenta maniobrar dentro de los estrictos límites del Fair Play financiero de LaLiga.

Según fuentes cercanas al club, Ter Stegen argumenta el derecho a la privacidad médica y busca mantener el control absoluto sobre su información personal, una postura que, aunque legalmente válida, ha generado frustración en la directiva blaugrana. Joan Laporta y Deco tenían previsto usar su situación física para renegociar su contrato, posiblemente con una reducción o prórroga salarial que permitiera liberar masa salarial para inscribir nuevos fichajes.

“Sin acceso al estado clínico del jugador, no podemos estructurar un nuevo acuerdo que sea viable ni para él ni para el club,” declaró una fuente interna a Sport.
Esta negativa llega en un momento crítico. Hansi Flick, nuevo entrenador del primer equipo, había solicitado claridad total sobre la situación de sus jugadores clave antes de cerrar la plantilla definitiva. Ter Stegen, en tanto, continúa en proceso de recuperación y aún no tiene fecha exacta de regreso confirmada, lo que complica aún más los planes deportivos y administrativos del club.
Además, el Barça ya contaba con usar la renovación de Ter Stegen como herramienta financiera. Como lo ha hecho anteriormente con otros jugadores como Frenkie de Jong o Sergi Roberto, la intención era extender su contrato con condiciones modificadas que ayudaran a rebajar el impacto salarial. Sin embargo, sin informes médicos actualizados, es imposible avanzar legalmente en esa vía.
Desde el entorno del jugador, se desliza cierta molestia por la “falta de sensibilidad” del club respecto a su proceso de recuperación, y algunos afirman que Ter Stegen se siente presionado para actuar contra su voluntad. Esta tensión, de no resolverse pronto, podría escalar hasta afectar su continuidad más allá de la próxima temporada.
El club guarda silencio oficial, pero los movimientos internos apuntan a un nuevo dilema que, de no resolverse en las próximas semanas, podría tener consecuencias graves en lo deportivo y en lo económico. En plena reconstrucción, el Barça no puede permitirse un conflicto con uno de sus pilares más sólidos de la última década.