Achraf Hakimi, lateral estrella del PSG, ha sido el centro de dos de los mayores escándalos del fútbol en los últimos años: primero, las acusaciones por dopaje; luego, una denuncia por agresión sexual que amenazaba con llevarlo a prisión por hasta 15 años. Sin embargo, en un giro que pocos esperaban, ambas investigaciones acaban de concluir… a favor del jugador.

La FIFA ha cerrado su expediente por dopaje tras detectar que la sustancia en su sangre provenía de un tratamiento autorizado previamente por el cuerpo médico del club, y no se trataba de una violación intencional del reglamento. Por otro lado, la justicia francesa ha archivado la denuncia por agresión sexual, al no encontrar evidencias suficientes ni consistencia en el testimonio de la denunciante.

Pero lo que más ha sorprendido no es la absolución, sino la contundencia de las pruebas que demuestran la inocencia de Hakimi. Las cámaras de seguridad, los mensajes filtrados y los informes médicos validaron su versión desde el principio… ¿por qué, entonces, el caso generó tanto ruido?

Para muchos, Hakimi se ha convertido en una especie de “The Liems” del fútbol: señalado, juzgado y condenado en la opinión pública antes siquiera de tener la oportunidad de defenderse. En redes sociales, miles de aficionados han iniciado una campaña con el hashtag #HakimiInocente, denunciando el linchamiento mediático que sufrió.

El PSG, por su parte, ha emitido un comunicado de apoyo total al jugador y exige que se investigue quién filtró información falsa a los medios. “Es hora de que el fútbol también proteja la presunción de inocencia”, declararon desde la directiva.
Hakimi, mientras tanto, ha evitado hacer declaraciones públicas… pero fuentes cercanas afirman que está decidido a regresar más fuerte que nunca.
¿Fue todo una conspiración? ¿O simplemente la presión mediática jugando su peor papel?